Oración de los padres por el porvenir de los hijos

 

Señor, tú conoces a cada uno  y a cada uno llamas por su nombre, y das a cada hombre una vocación  para llegar a la salvación, para darte gloria y para ser una ayuda a los hombres sus hermanos.

Ha llegado también para nuestro hijo el momento de descubrir el camino que has señalado para él. 
Ilumina su mente con tu luz,  sostenlo con tu fuerza, para que no se contente con un ideal fácil. 
​Ilumínanos también a nosotros, sus padres, para que le ayudemos a reconocer su vocación y a realizar la generosamente,  sin poner impedimentos a su libertad y sin oponernos a tu guía interior.

Amén.

Oración de los padres por los hijos


Señor, Padre todopoderoso,  te damos gracias por habernos dado estos hijos.
Es una alegría para nosotros, y las preocupaciones, temores y fatigas que nos cuestan, las aceptamos con serenidad.
Ayúdanos a amarlos sinceramente.
A través nuestro has hecho surgir vida; desde toda la eternidad  tú los conocías y amabas.
Danos sabiduría para guiarlos paciencia para instruirlos vigilancia para  acostumbrarlos al bien mediante nuestro ejemplo.
Fortaleces nuestro amor para corregirlos  y hacerlos más buenos.
Es tan difícil a veces comprender los ser como ellos nos desean, ayudarlos a hacer su camino.
Enséñanos tú Padre bueno por los méritos de Jesús tu Hijo y Señor nuestro.
Amén.


Oración de los padres por los hijos


Dame, Señor, un hijo que sea lo bastante fuerte para saber cuándo es débil y lo bastante valeroso para enfrentarse consigo mismo cuando sienta miedo: un hijo que sea orgulloso e inflexible en la derrota honrada, y humilde en la victoria. Dame un hijo que nunca doble la espalda cuando deba erguir el pecho; un hijo que sepa conocerte a ti... y conocerse a sí mismo, que es la piedra fundamental de todo conocimiento. Condúcelo, te lo ruego, no por el camino cómodo y fácil, sino por el camino áspero aguijoneado por las dificultades y los retos. Allí déjalo aprender a sostenerse firme en la tempestad y a sentir compasión de los que fallan. 
​Dame un hijo cuyo corazón sea claro y cuyos ideales sean altos; un hijo que se domine a sí mismo antes de que pretenda dominar a los demás; un hijo que aprenda a reír, pero que también sepa llorar; un hijo que avance hacia el futuro,

pero que nunca olvide el pasado.

Y después que le hayas dado eso, agrégale, te suplico, suficiente
sentido de buen humor, de modo que pueda ser siempre serio, pero que no se tome a sí mismo demasiado en serio.
Dale humildad para que pueda recordar siempre la sencillez de la verdadera grandeza, la imparcialidad de la verdadera sabiduría, la mansedumbre de la verdadera fuerza. Entonces, Señor, yo, su padre, me atreveré a decirte:
"Gracias porque mi vida no ha sido vana".

Comentarios